lunes, 7 de septiembre de 2015

¿Silenciaron a don Fidelio Quintal Martín?


Portada de 1933 del número 120 de La Caricatura. La bomba que la caricatura de Calles lanza a la del Box Pato vestido de terno, reza así: "Vivas en mi corazón, y en él nunca pagas renta, a tí nadie te revienta teniendo mi protección".

Después de que Fidelio Quintal Martín (1926-2014) escribiera en el Unicornio del Por Esto!, su texto sobre la matanza de Opichén[1] para recordar los 60 años de esa especie de genocidio que hiciera palpable la degradación, en tiempos del Box Pato Bartolomé García Correa, representante del Callismo en Yucatán, [2] del partido de masas refundado por don Felipe Carrillo Puerto; don Fidelio no volvería a aparecer en el índice de autores del Unicornio que colaboraron los años 1994, 1995 y 1996.[3]
El 15 de abril de 1933, tropas del ejército mexicano, 50 soldados aproximadamente, entraron entre las 5 y seis de la mañana a Opichén con el propósito aparente de desarmar a las Defensas Revolucionarias del pueblo y de las villas de Maxcanú y Muna, controladas por los hermanos Braulio y Juan Euan. Los federales entraron echando bala. Los campesinos, que los esperaban sabiendo la orden que se había dado para desarmarlos, y  que venía desde arriba, de un Callismo y Boxpatismo que buscaba la centralización del poder;[4] armados con sus viejas rémington y sus 30-30, respondieron a la provocación, y la consecuencia del tiroteo, que duró dos horas y media, fue la muerte de 38 hombres del pueblo y algunos de la villa de Maxcanú y Muna: el fuego cruzado, o para ser más exactos, las balas federales fácil entraban a las casa de embarro y paja del pueblo, segando vidas en su trayecto.
El mulato García Correa, instigador del movimiento asesino de la tropa, culpó a “los enemigos del Partido Socialista del Sureste” de instigar a los campesinos para levantarse en armas. Días después, la militarización de esa zona de Yucatán dio como consecuencia las torturas a la gente del pueblo –mayas en su mayoría- para esclarecer la verdad de unos hechos que sólo podían esclarecerse si preguntaban al Box Pato del palacio. En su pequeño ensayo, don Fidelio tuvo la impertinencia de citar un texto de un bolchevique mexicano de esos tiempos, Rafael Ramos Pedrueza, para decantar su trabajo hacia un proceso acusatorio contra el boxpatismo y el régimen callista, a 60 años de la matanza que muy poco ha sido contada porque el Boxpatismo muy pocos, salvo Ben Fallaw y otros, lo han tocado.[5] Pedrueza sostenía, que:

En el Estado de Yucatán (cuyos trabajadores han demostrado extraordinarias virtudes revolucionarias, constituyendo la vanguardia emancipadora desde los últimos tiempos del coloniaje en las luchas clasistas, y raciales posteriormente, contra la dictadura porfirista y la usurpación de Victoriano Huerta) se perpetró uno de los crímenes más repugnantes de nuestra historia contemporánea. Fue en Opichén. Las fuerzas federales a las órdenes del Jefe de Operaciones, general Méndez, en combinación con las policiacas, dependientes del Gobierno del Estado a cuyo frente estaba el profesor Bartolomé García Correa, extremando prevenciones superiores –como sucede siempre dentro del inmoral sistema capitalista cuando de halagar a los amos se presentan las oportunidades- organizaron una premeditada matanza de campesinos a quienes –siguiendo el frecuente sistema de elaborar artificialmente conspiraciones- se hicieron aparecer rebeldes a las autoridades constituidas. Numerosos trabajadores rurales fueron asesinados y otros muchos heridos, quedando un saldo de viudas y huérfanos en el desamparo y la miseria, en tanto que la sangre campesina fecundaba una vez más las tierras yucatecas y servía en su inmolación a proyectos políticos relacionados con elecciones locales vinculadas a su vez, como acaece siempre, a intereses económicos tales como posesiones de tierras, aprovechamiento de cosechas, alza o baja de cereales, fibras henequeneras y en general producciones agrícolas…El autor de esta obra cambió impresiones y recogió comentarios autorizados y dignos de crédito por venir de grupos campesinos y cultos yucatecos, interiorizados en los asesinatos de Opichén, quienes afirmaron que resultaron muchos muertos y heridos trabajadores rurales mayas, y poquísimos soldados federales, por lo que en su concepto no fue un combate entre ambos bandos, sino un homicidio colectivo, organizado por autoridades locales y federales”.[6]

Don Fidelio, que fue prolífico siempre en sus reseñas de libros ese año de 1993, y en el que colaboró con cinco ensayos,[7] no volvió a escribir en el Unicornio en 1994, 1995 y 1996.[8] Esto es extrañísimo, conociendo la obsesión por la lectura y el comentario que tenía don Fidelio (véase su Autobiografía de un maestro rural).
El texto de Quintal Martín sobre Opichén apareció en agosto de 1993, en el número 126 del Unicornio. La "bibliofilia" de don Fidelio, en la que reseñaba libros, todavía apareció hasta el número 136 del Unicornio. Después de ese año, al parecer los censores oficiales, los herederos del Boxpatismo priista, los historiadores de broncíneos cascos casquivanos, reaccionaron y simplemente, arguyo, se dio el pitazo para silenciar en las prensas de ese diario, por un momento a este marxista nativo de Muna, cuyo recuerdo de la matanza de Opichén no se dio revisando los periódicos o por pláticas de sus mayores. Resulta que diez de los 38 muertos de la matanza, así como 8 heridos, eran de Muna. Tanto a los muertos como a los heridos, los trajeron de regreso al pueblo en una carreta desvencijada: a unos para curarlos, y a otros para darles cristiana sepultura en el solitario cementerio de Muna. Era una caravana fúnebre, con olor a pólvora y a sangre derramada, una vez más, de los excluidos y parias de esta tierra. Sin previo aviso, la carreta se detuvo en la puerta de la familia Quintal Martín. Fue ahí donde Fidelio, el niño, vería tan desagradable escena que años después trataría de exorcizar mediante la escritura.[9]
En el 2013, antes de que muriera, quise entrevistar a don Fidelio para, entre otras cosas que tenían que ver con la Guerra de Castas, preguntarle por ese silencio suyo en el Unicornio después del último ensayo que escribiera sobre la matanza de Opichén. La carga de trabajo en los archivos meridanos y en la escritura, me impidió hacerle esa pregunta. En su autobiografía, Fidelio, como su nombre al parecer lo indica, un hombre del sistema al fin y al cabo, guardó un silencio fiel. Volvió a escribir, desde luego, en el Por Esto; y años después salieron dos libros más de él en su larga y fructífera vida de autodidacta; y en el 2013, a Fidelio se  les concedió el premio de Maestro Distinguido, irónicamente, en el año en que se  conmemoraba el 80 aniversario de la matanza de Opichén.
Pero mi duda y mi pregunta que le quise hacer a don Fidelio, permanece: ¿Significa Opichén un hoyo negro en la historiografía yucateca?, ¿por qué se persiste en el silenciamiento?[10]
De ahí mi interés por el Callismo en Yucatán, tocado malamente por una historiografía deficiente.[11] Quiero hincarle el diente a la matanza de Opichén, 1933, como objetivo primero, pero igual es mi interés trabajar sobre la figura del Box Pato en Yucatán. Fuentes del AGN y del Diario del Sureste, para lo de Opichén, se deberían contrastar con otras. Visitaré uno de estos días la hemeroteca nacional para cruzar las fuentes del AGN y del Diario del Sureste que tengo, consultando los periódicos Excélsior y El nacional. Igualmente, creo que es necesario consultar el Archivo Calles-Torreblanca.
Lo dicho hasta ahora sobre Opichén, ennegrece más al callismo en su versión boxpatista en Yucatán. Pero lo que no se dice, hasta ahora, es que selectos miembros de la clase intelectual yucateca estuvieron en connivencia perruna con el Box Pato después de la matanza. Ellos de algún modo ayudaron a olvidar lo sucedido, nadie escribió nada, nadie dejó constancia de lo sucedido.


Fidelio Quintal Martín. 






[1] Cfr. Fidelio Quintal Martín, “Opichén, 1933”. Unicornio, suplemento cultural del Por Esto!, 4 de julio de 1933, pp. 3-11.
[2] Sobre el Box Pato, véase igual el artículo de Fidelio Quintal Martín, “La carrera política de Bartolomé García Correa. El Box Pato”. Unicornio, suplemento cultural del Por Esto!, 7 de marzo de 1993, pp. 3-6.
[3] Cotéjese Índice del No. 145 al No. 195, Suplemento Cultural Unicornio”, Por Esto!, 25 de diciembre de 1994, “Índice Unicornio del No. 196 al No. 248, 1995, Suplemento Cultural Unicornio”, Por Esto!, 31 de diciembre de 1995, “Índice del No. 249 al No. 300, 1996, Suplemento Cultural Unicornio”, Por Esto!, 29 de diciembre de 1996, pp. 20-22.
[4] Si en los primeros años del proceso revolucionario en Yucatán, como dijera Gilbert Joseph, el Estado postrevolucionario que se formaba gobernó de la mano de los hombres fuertes de los pueblos y de las regiones, a fines de 1920 y casi toda la década de 1930, la consolidación del Callismo, y luego el Cardenismo, tendió cada vez más a la centralización, y las viejas prácticas –el gobierno con hombres fuertes del pueblo- entró a un proceso de centralización y, desde luego, de institucionalazición. Box Pato no tenía tratos amistosos con los Euan de Opichén, hombres que venían desde tiempos de Carrillo Puerto.
[5] Ben Fallaw, Cárdenas Compromised. The failure of the Reform in Postrevolutionary Yucatán, Durham and London, Duke University Press, 2001.
[6] Rafael Ramos Pedrueza, La lucha de clases a través de la historia de México, Talleres Gráficos de la Nación, México, 1941, pp. 354-356, citado por Fidelio Quintal, op.cit.
[7] Véase “Índice del No. 93 al No. 144. Suplemento Cultural Unicornio”, Por Esto!, 26 de diciembre de 1993.
[8] No tengo a mano la consulta de los siguientes años, pero al parecer, escribió poco.
[9] Fidelio Quintal Martín. Autobiografía de un maestro rural, Mérida, Academia Mexicana de la Educación, A.C, 2002.
[10] Existe una tesis del lejano año de 1988 de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY, escrita por Eduardo José Joaquín Ruz Hernández, y denominada “Matanza de campesinos en Opichén : un ensayo para la interpretación de la historia contemporánea de la sociedad yucateca”.
[11] Me refiero a la tesis de maestría de Fernando Pacheco Bailón, Transición política en Yucatán, 1929-1934, Mérida, CIESAS. 

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