Es muy lamentable, muy triste lo que he
leído: la muerte de un escritor de provincia cuya pérdida tal vez no suene ni a
un leve eco en la República de las letras centristas, pero para muchos que
venimos de Chetumal, sabemos que algo del Chetumal que conocimos se pierde con
esa ausencia infinita.
Dos
veces me lo topé en Chetumal. En una ocasión fue en unas oficinas federales, él
soportaba una cola de gente y un calor tropical humedeciendo los aires
acondicionados; en otra, en un evento cultural en la UQROO. Nunca dialogué con
él, aunque sabía que era amigo cercano de mi maestro, Javier España, Javier
siempre hacía comentarios de escritor sobre él. En una semana que me dio una
fuerte jaqueca que me dejó tendido en la hamaca de un cuarto de estudiante que
rentaba cerca de la universidad, leí su trabajo porque yo estaba decidido a leerme a todos los escritores chetumaleños para canibalizarlos y escribir mi
todavía postergada novela chetumaleña.
Sus
cuentos y relatos me parecieron bastante bien escritos, aunque me sorprendió
unas cosas que contó del 68. En una ocasión que visitaba al poeta Raciel Manríquez,
éste, como siempre, tenía para mí el número más reciente de la revista Río
Hondo, donde publicaban no sólo poetas como Raciel, sino, en su mayoría,
burócratas que tenían el prurito de escribir. Fue ahí donde, aparte de la
lectura de una crónica extraña de una música extraña escrita por una sintaxis extraña
de Raciel, me topé con el relato de este escritor donde desgranaba que estuvo del
lado de los militares en el 68, porque, hay que saber, fue militar,
soldado raso, y su testimonio es importante para tener la mirada faltante de un
soldado sobre la tragedia estudiantil.
Luego,
pasados los años, desistió de la vida de cuartel y dejó salir su pasión por la
palabra escrita. No sé cuando llegó a Chetumal, no sé si era veracruzano o de
Puebla, no sé cuándo fue el enamoramiento de él con la antigua ciudad de los
curvatos. Como muchos, Chetumal lo marcó hasta al punto de que decidió vivir
ahí y narrar a esa ciudad y su región.
El mejor homenaje para un escritor es leerlo y
leerlo. Descanse en paz, Toribio Cruz.
Hola, buenas tardes me gustaría comentar sobre esta publicación que por azares de la vida apenas 5 años después de la Muerte de Toribio Cruz González puedo ver,
ResponderEliminarNo se si tu blog siga activo, lo que si puedo decir es que Toribio Cruz González, nació en San Miguel de Allende, Estado de Guanajuato, hilo de Guadalupe González Ramírez y su padre Toribio Cruz López, de este matrimonio, nació Juana, Toribio y María Salud respectivamente, su vida es una completa aventura, llena de dolor, alegría, decepciones, logros, amor... Pero lo más importante llena de aventuras. Porque fue un hombre que nunca se quedó sentado a esperar que las cosas ocurrieran, el era parte de la vida. Pero contestando tu duda
ResponderEliminarToribio nacio en San Miguel de Allede Guanajuato, desafortunadamente su padre murió cuando el era pequeño, su madre Guadalupe viajo sola con sus hijos a la ciudad de México, si tener ni en que caerse muerta, ella y sus hijos pasaron muchas situaciones, el tuvo que crecer en un internado de religiosos, tu o una infancia difícil, por eso tuvo que aprender a sobrevivir, con el tiempo, su madre logra sacarle del internado y reunirse con sus hermanas, asi que estuvo en el ejército, estuvo con el predicamento de obedecer órdenes y con el temor de tener que enfrentar a su familia porque mié tras el era militar, su prima era estudiante de la UMAM, hay tanto que contar de esta etapa, finalmente el llega a Quintana Roo, en el año de 1972 cuando el estado todavía era territorio, en donde estuvo con su familia.