En varios pueblos yucatecos se
ha visto el eclipse de la luna virgen, la luna entintada con la sangre del
himeneo.
En
esta noche, en ese avispero de pueblos comidos por las leyendas y las creencias
milenarias, la gente ha salido con cacerolas a combatir la pelea de los dioses
de los cielos, haciendo bulla y alharaca de albarrada en albarrada, jalándole
la cola a los perros para que estos lloren y ladren contra el silencio y la
noche, algunos ululando, otros gritando en la lengua de los cenotes y las
milpas, unos más prendiendo cohetes voladores en plena plaza de pueblo solitaria,
dos que tres reventando descargas a la luna cenicienta con sus carabinas
oxidadas.
A
las mujeres embarazadas las encerraron en lo más profundo de la casa mestiza o
la choza india, les han prohibido ver a la diosa nocturna "Uj", en
peleas maritales con el enardecido sol, “K’iin”, pues donde el rayo de una luna
montada por K’iin dé en el cuerpo de las próximas a parir, ahí estará el beso
de la luna, la chibaluna, en el cuerpo de la criatura.
Todo se calla luego en esos pueblos perdidos de Yucatán,
los hombres, bajando las escopetas, ven regresar del lecho de amor a la joven
Uj nuevamente. Ya puedes salir, mujer, ya no hay peligro de un beso.
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