jueves, 17 de septiembre de 2015

TAMULANDO PALABRAS


El verbo yucateco tamular y sus conjugaciones (tamulaste, tamulado, tamuló), no existe en el monárquico Diccionario de la Real Academia Española de la lengua, y no está registrado en el Diccionario Panhispánico de Dudas, lo que significa que ni es panhispánico, ni saca de dudas en este caso.
            Me parece muy peculiar que este verbo, al contrario del verbo anolar, que sí registra el monárquico lexicón, no aparezca registrado ni en el Panhispánico de Dudas, lo cual deja muy mal parados a escritores y académicos de la lengua en Yucatán, que no hacen bien su trabajo para dignificar el idioma de nuestros mayores.
            Y es que este verbo, que no se puede dejar de decir en las cocinas yucatecas, y que entienden muy bien los peninsulares que alguna vez en su vida han deseado preparar un chile tamulado o un “chiltomate” (no necesito decir, desde luego, que tampoco el chiltomate está registrado), es una palabra que lleva implícita el exquisito sabor y olor de la comida yucateca: se tamulan tomates, ajos, pimientas, “recados” rojos y negros, habaneros y tantos ingredientes en el molcajete, para que se haga una pasta y se haga una salsa y se anolen todos los dedos del alma.
            Amaro Gamboa, estudioso del léxico yucateco, escritor erótico y enamorado de la tierra de sus mayores, en sus siempre citables trabajos sobre el uayeismo (es decir, el habla característica del yucateco, modernizado con la disonante palabreja o palabrucha del yucatequismo) dice que el verbo tamular es un nahuatlismo, cosa rara, pues en la región central de México, de donde se escuchaba hace tiempo el náhuatl de la Conquista, no se usa, y yo en varias ocasiones me he tenido que detener en mi diálogo para explicar a mis escuchas qué es a lo que me refiero cuando digo que hay que tamular el chile después de dorarlos en el comal.
            Miguel Güémez Pineda, otro estudioso de los yucatequismos, acota que del tla-mulli náhuatl se originó esta palabra, ya en desuso en el centro del país, como antes he dicho. Tamular significa “machacar o triturar en el molcajete o mortero los chiles y otros ingredientes de la salsa del mole”, y, según Güémez Pineda, también es un verbo común de la selvática región palustre de Tabasco, y si no hay registros hasta ahora en los lexicones de los emperifollados académicos monárquicos, sí aparece registrada en el Diccionario de Mejicanismos de Santamaría, desde el remoto año de 1959.[1]
            Como vemos, la lejanía de la Península y su casi insularidad del centro del país hasta buena parte del siglo XX, desde luego que implicó algunas pervivencias lexicales del idioma español que se habla actualmente en Yucatán: al mismo tiempo que las influencias antillanas, cubanas, inglesas, galas y, desde luego, la ubicuidad y reciedumbre del maya, dieron como resultado un español yucateco que no sólo se caracteriza por esa cadencia romántica sino por su variopinta riqueza del lenguaje, y por sus vocablos de otros tiempos: albarrada, apesgar, tamular, son palabras ínsulas que recuerdan nuestro antiguo separatismo.
            Aquí, me atrevo a decir, en esta enorme y luenga península, algunos vocablos no envejecen, otros, se resisten a morir.



[1] Miguel Güémez Pineda, “Tamular y hacer yach’ o k’ut”, Sipse.com, 12 de mayo de 2015.

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