Mapa del Cacicazgo de Maní, Museo Peabody, Harvard, en Historia cartográfica de Antochiw.
El 5 de agosto de 2015,
publiqué en mi blog Desde la Península…ylas inmediaciones de mi hamaca, lo que puede ser considerado el último artículo
de ese sitio, que lo tuve en activo durante más de 7 años (2008-2015). Hace dos
días solamente, una modificación sufrida a mi vieja y desportillada computadora
portátil, me hizo perder la contraseña de un correo de gmail con el que accedía
al blog. He hecho todo lo humanamente posible por acordarme de ese juego de
palabras que me servía de contraseña, pero todo ha sido en vano, no existe
manera alguna de recuperar la clave maestra, y mi anterior blog se ha
convertido en una especie de agujero negro donde gravita toda mi historia
biográfica y bibliográfica personal, y en donde los recuerdos se aglutinan para
morir silenciosos, en la más completa desolación de la materia negra del no
recordar el perdido anagrama.
Como el vicio de la escritura en mí es más fuerte que
cualquier querencia virtual, hoy he decidido dar a la estampa del mundanal
mundo de la internet, y a imitación de aquellos hombres que les ponen el nombre
de los difuntos a los vivos para tratar simbólicamente de luchar contra el
olvido, este nuevo blog bautizado con el mismo nombre del blog anterior, pero
sin los puntos suspensivos.
Como afirmaba en la anterior bitácora donde analicé, durante
más de un lustro, todas las temáticas, ideas, hechos históricos y obsesiones
que me martillaron en una ocasión el cerebro, en ya más de tres décadas he
recorrido “todas las sendas de las pasiones humanas. A los cinco años supe que
el mundo era atroz. A los 10 dejé de creer que mi padre era inmortal. Como Emerson,
desde los 13 no he tenido vida sino bibliografía y uno que otro desfiguro con
la otredad femenina. Creo en Marx, pero considero que el hueso duro de roer,
del mexicano, el viejo Paz lo descifró de forma insuperable, al decir que todos
somos unos hijos de la chingada”.
Desde luego, seguro de mi nada y de mi muerte, nada me
conmueve tanto sino el seguir escribiendo y leyendo contra viento y marea...Ah!,
y se me olvidaba, igual me conmueve escribirle versos a la memoria de Amparito
Ochoa.
Este año, previendo al parecer de forma tácita el destino
final de mi blog, decidí hacer una selección de los textos que considero que podrían
pasar la crítica literaria y ser dignos de darse a la estampa en forma de
libro. Tengo un manuscrito de 416 páginas que esperan el favor de los censores
literarios del Sedeculta, con los artículos, ensayos, cuentos, poemas, crónicas
y disquisiciones, elucubraciones y polémicas historiográficas, en el que hago
una breve historia de ese blog agujero negro. Transcribo el texto con el que
doy por finalizado mi maridaje con el blog anterior, para acto seguido
embarcarme en este nuevo sitio escritural.
Historia de un bloguero[1]
El 21 de junio de 2008
creé un blog o bitácora en línea desde un “ciber” de mi pueblo natal, la
Villa de Peto, al sur del abrazante Yucatán. La idea de crear un blog surgió
desde el primer momento en que tuve frente a mí a mi primera computadora
personal portátil. Un año antes, en 2007, debido a unas cuitas amorosas que no
vienen al caso recordar, había creado mi primer correo electrónico, y para
antes de esa fecha me jactaba de mi espíritu libresco y de mi crasa ignorancia
en “cosas de tecnología”. Si hasta 2002 yo seguía utilizando una vieja máquina
de escribir Olivetti, de 2002 a 2007, años en que cursé, con sumo aburrimiento,
unas clases olvidadas de derecho, un bolígrafo y un muñón zurdo llenaron
libretas tras libretas con los apuntes de mis solitarias lecturas que hice en
tres bibliotecas chetumaleñas, y a las computadoras las trataba de vez en vez,
como si fueran mujeres galantes de la calle de las caricias.
Pero aquel 21 de junio de 2008, un sábado caluroso, había
llegado en la mañana a ese ciber con la intención de armar un blog que me
sirviera como botella al mar para tratar de conquistar, con relampagueantes
palabras, a una altiva musa lejana (con el correr del tiempo, me olvidé de la
musa pero no así de seguir tecleando y engordando el blog). Meses atrás,
leyendo un texto de historia, había escrito con muchas imperfecciones de estilo
e historiográficas, la primera entrada que aparecería en mi bitácora: “Esto es
Yucatán”. Si algo rescatable ha de haber en aquella primera vez en que subí a
internet un escrito mío, es en esta frase que sigo creyendo a pie juntillas:
“todo yucateco es una isla, y no hay puente ni barco que nos una con cualquier
continente en las lejanías posibles”.
El blog ya estaba armado, ya tenía un password para
comenzar a publicar cuanto antes y desfacer entuertos mediante la vindicta
escritural, y mal hablar de reputaciones dudosas y seducir a las viudas, pero
faltaba un nombre que fuese representativo de mis temas a tratar, y de la
geografía desde donde escribía. Y así, después de muchos nombres que formé,
borré, quité, añadí, pergeñé y volví a formar y a emborronar, al fin le vine a
bautizar Desde la Península…y las inmediaciones de mi hamaca,
nombre a mi parecer, sonoro y significativo, pues la mayor parte de mis
lecturas las he realizado, literal, tendido en una hamaca.[2] Acto
seguido, el primer pinchazo con que ponía en movimiento la máquina virtual,
hizo que me conmueva como tierno infante, pues ahí veía, en el mundanal mundo
de la internet, mi primer escrito que no pedía favores a censores algunos ni se
restringía a implorar espacios en donde no cabían mis textos por obscenos o
poco ortodoxos con el dogma. Desde aquella primera entrada hasta enero de 2010,
comencé a publicar algunos textos míos y textos leídos en otros portales
(generalmente, de periódicos en línea): desde la crónica de la última tarde de
un famoso toro “matrero” muerto en un tablado polvoso de Homún, hasta tocar
temas de política internacional, nacional y local, y de vez en cuando subir
poemitas y uno que otro cuento mal escrito. Pero el 3 de enero de 2010, al frío
que hacía en la Villa de Peto, se aunó la soledad reptante, la lejana presencia
de alguien, y la idea cierta de que no valía la pena escribir tratados de
política y declaraciones de protesta pues el perro mundo seguiría, despiadado e
indiferente, su curso. Convencido, escribí que el blog se cerraba de forma
definitiva, pues, para esa fecha, pensaba que ya no había “entuertos que deshacer,
ni nada que rehacer, ni mesalinas que poetizar”, y que “lo demás es silencio,
como dijo Hamlet, y el mundo y la humanidad seguirán su despiadado curso
inhumano”.
Más tarde de lo que canta el gallo del nuevo día, me
llegó la noticia de que en Quintana Roo había hecho acto de presencia
supuestamente un grupo guerrillero, y eso ameritaba volver por segunda vez,
siguiendo las enseñanzas de el Caballero de la Triste Figura, a ceñir la
pluma y el teclado en ristre y volver a los antiguos campos de la escritura
desde la Península. Tal vez haya sido un error seguir escribiendo, pero en un
solo día subí dos trabajos: uno que tocaba esa supuesta guerrilla, y un poema
escrito al saber la tragedia que para ese enero de 2010, había oscurecido al
pueblo de Haití:
¿Qué hizo este país
para merecer tanta desgracia junta?
se preguntaba Rody
Batista, haitiano de 80 años.
¿Dónde estabas
cuando los dictadores
asesinos secundados por el yanqui,
como Duvalier, el Papa
Doc de los carniceros,
encarcelaban a mi
pueblo?
Hambres que se escuchan
desde hace siglos en las piedras,
pandemias que segan la
vida a los abuelos,
huracanes que hacen
sufrir al palmero,
¿Dónde estabas?
Esa ha sido la historia
de los más desprotegidos de América,
los primeros en
independizarse y los primeros en todo:
en la muerte y la
tristeza de la esperanza.
Y ahora esto, esta
crueldad de la naturaleza,
asombrosamente
despiadada,
parecida a un genocidio
del alba.
¿En dónde estabas,
creador de la nada,
cuando vino el sismo y
se llevó la vida de mi pueblo?
De 2010 hasta casi todo
2011, los temas del blog trataban cuestiones distintas a los temas que
abordo en este libro, pero a partir del año 2012, comencé una nueva fase en mis
intereses tanto lecturales como escriturales, impulsado tal vez por las
enseñanzas que estaba aprendiendo en un doctorado en historia. Ejemplos de esta
vuelta en u es el ensayo El Canek de Ermilo Abreu Gómez, que fue
originariamente un trabajo para pasar una materia. Buena parte de los textos
que presento tratan temas sobre la Guerra de Castas, el chicle y cuestiones del
sur de Yucatán, precisamente porque de 2012 y, sobre todo, 2013, me encontraba
afiebrado escribiendo capítulos de mi tesis doctoral y casi viviendo en
archivos y bibliotecas meridanas. Sin embargo, en este texto[3]
hay igual reseñas de libros que me parecieron interesantes apuntar, como
trabajos de Terry Rugeley, de Ana Patricia Martínez Huchim, o del historiador
Felipe Escalante Tió. Igualmente, incurro en la crítica literaria al rescatar
un viejo artículo sobre la poesía del poeta chetumaleño, Javier España, así como
analizo (sin ser el primero) la estancia de Octavio Paz en Yucatán. De igual modo,
presento algunos cuentos y relatos, dos que tres poemas de circunstancias
diversas, y unas crónicas escritas gracias a la lectura de los periódicos
antiguos. En diversos textos, toco sucesos acaecidos a una Villa al sur de
Yucatán con sus pueblos, y doy a conocer algunas historias orales de esa región
sobre la Guerra de Castas, el periodo del chicle y la revolución en Yucatán.
Como he dicho en reiteradas veces, mis textos de historia
regional, o mis opiniones sobre la historia de la Península, no se entienden
sin el interés literario que les doy a los hechos pasados. Para terminar, no
necesito escribir, en estas líneas, que soy un historiador tránsfuga de la
poesía que no puede vivir en otro lugar que no sea la Península de Yucatán, y
que siempre escribo desde las inmediaciones de mi hamaca.
[1][1]
Introducción a un posible libro mío llamado Desde
la Península y las inmediaciones de mi hamaca.
[2]
Hubo un tiempo en que el blog se llamó “Que quede constancia” (de fines de 2011
y buena parte de 2012). Sin embargo, para octubre de 2012 volví a ponerle Desde
la península y le anexé la leyenda siguiente: “En Pierre Menard, autor del
Quijote, Borges dice que la historia no es lo que sucedió, es lo que juzgamos
que sucedió”.
[3] Me
refiero al manuscrito precitado.
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