miércoles, 21 de octubre de 2015

Por eso el Dios del Monte los castigó con el fin de la milpa: historias de Juan Ek y el vaticinio del abuelo Refugio Abán

La Sierra Puuc.


En el periodo de gobierno de Luis Echeverría Álvarez, se realizó un certamen a la mejor producción milpera en Yucatán. ¿Cuánto podía producir un campesino maya en su milpa si trabajaba con químicos y abonos industriales? Al certamen participó don Juan Ek, campesino de Tzucacab. El de la Reforma Agraria, el inge, le entregó a Ek varios bultos de plaguicida. Ek, una vez hecho las acostumbradas rogativas a sus dioses agrarios, regó todo su maizal y huerta con los bultos de químicos, eliminó bichos y alimañas, limpió de maleza su milpa y huerto, y abonó a sus granos de maíz el brebaje que había hecho en unas latas. La milpa le creció como por ensalmo: espigaban y reverdecían los maizales en una parte de la Sierra Puuc donde Ek acostumbraba sembrar, alejado del ruido del pueblo. Dicen que esa primera vez que trabajaba con químicos, su milpa dio maíces hasta para un lustro, y en sus huertos las sandías y calabazas parecía que habían sido sembradas por un gigante y no por el diminuto hombre de 1. 48 metros apenas del buen Ek. 

Vino el ingeniero a ver el milagro producido por los químicos de Ek, y registró todo en una libretita. Al mes, el cartero le trajo  una flamante invitación con el rubro “Presidencia de la República”, y que decía que Ek había ganado el certamen y que se presentara a Mérida el día de mañana a saludar al presidente de la república. Ek tomó el tren de Peto, que llegaba a las 4 y media de la madrugada, bien vestido, con un pantalón de tela verde y lustrosa, una alba camisa de mangas largas, y unas alpargatas chirriantes que en raras ocasiones calzaba. A Ek, el señor presidente le estrechò la mano, y Ek oyó una serie de encendidos discursos donde se decía que todos los campesinos de Yucatán debían tener el ejemplo de Ek, que a base de puros químicos, hizo brotar el maíz hasta de las más duras lajas del monte. Como premio, a Ek le dieron un cheque generoso, que al mes ya se había gastado entre el congal y la cantina, y además, le subieron a un vagón del tren dos toneladas de químicos para que siga haciendo patria y dando el ejemplo a todos los campesinos de su pueblo. Hoy, a más de cuarenta años, Ek comprueba que los químicos se han vuelto la peste de los campesinos, y que las “ayudas del gobierno” en su modalidad de fertilizantes o dinero, son el comienzo del fin de la milpa maya.
Los viejos campesinos, no los que comenzaron el desmadre en el campo con los agroquímicos, como Juan Ek, sino los más viejos de los viejos, los de noventa para arriba, en mis entrevistas de campo me decían eso, que los jóvenes campesinos (de 1970, que hoy rondan los 70) se acostumbraron a que sus maicitos rindieran más con los plaguicidas y fertilizantes. No hay que idealizar a los campesinos, entre ellos existe la crítica, y esta crítica la dan los guardianes verdaderos de la memoria: los casi centenarios abuelos lanzan pestes contra estos bellacos que vinieron a ensuciar la tierra, y por eso, dice el mito de uno de ellos con que me explicaba el fin de la milpa maya, por eso los señores del monte se enojaron porque campesinos como Juan Ek y tantos más, no hacían la milpa como tradicionalmente se hacía, sino con veneno, ellos y su gobierno autoritario al cual legitimaban con su voto cautivo, envenenaron la tierra del señor del monte, de Yum Kax, por eso el señor del monte los maldijo a ellos y a su prole y decidió acabar para siempre con la milpa maya, mandándoles los malos vientos, huracanes, sequías y dineros del gobierno en forma de “apoyos”. Por eso ahora los almudes no se llenan, los mecates se acortan, y los maicitos se adelgazan.
Otro campesino, este de Peto, Martiniano Heredia Abán, comentaba que su difunto abuelo, Refugio Abán, hombre del sur nacido en el siglo XIX, profetizaba algo que nunca observó aunque ya veía el reflejo en el espejo de agua de los cenotes: Que va a llegar el día en que el gobierno comenzará a regalar dinero de a montones a la gente del campo, y la gente del campo va a dejar de hacer sus milpas por estar esperanzados del dinero del gobierno, mientras las labores de la milpa ya no van a producir como antiguamente se hacía, pues los venenos que viertan los campesinos en ellos esterilizará la tierra.
“Entonces –dice Martiniano- es lo que tenemos en la actualidad. Antes, con el sudor de la frente se hacía milpa, y ahora, aunque den apoyo, no hay producción porque el tiempo climático no ayuda con las lluvias, y porque la tierra se ha secado debido a tanto químico que hemos vertido en la tierra desde entonces”.
Y decía el viejo Refugio Abán: aunque el gobierno esté regalando dinero, va a llegar el día en que se pierda la cosecha, se pierda la semilla, ¿y qué va a comer la gente aunque haya dinero?
“Estos son principios nada más –decía Martiniano-, porque si siguen dando dinero, apoyos, fertilizantes y abonos, llegará el día en que desaparezcan las semillas, y ya no habrá producción porque el campesino ha sido maldecido por el señor del monte”.


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