miércoles, 14 de octubre de 2015

Apuntes rápidos sobre el método en la historia


Sala de consulta del Archivo General del Estado de Yucatán (AGEY), Mérida.

La historia es una ciencia hermenéutica y de los documentos (escritos, orales, materiales) del pasado que se acuesta, lasciva, todos los días con el arte. Y hablo y me refiero a la historia exigente, la bien escrita y bien vestida y bien maquillada; y no me refiero a ese tipo de historia de mercado endogámico y academicista que confecciona gente que ni sabe escribir, y menos leer como se debe.
En ese sentido, la tradición positivista, metahistórica, cultural, social, o no se qué diablos de giros lingüísticos o arrejuntamientos con la antropología, me da harta flojera siquiera discutirlas: uno que viene de una formación distinta de licenciatura a doctorado, y que ha pasado por textos jurídicos, literarios, sociológicos, políticos, filosóficos, teológicos, antropológicos e históricos, se siente como si nada en el reino de la multisdiciplinariedad y la complejidad del pensamiento.
¿Quieres hacer historia, entrar al taller del historiador? Curtis, hace mucho tiempo, conjuntó a una serie de investigadores y lo que sacó en conclusión, fue el contra-método feyerabendiano de la mayoría de ellos (recientemente, la doctora Laura Machuca, del CIESAS Peninsular, hizo otro tanto para investigadores mexicanos).
De hecho, el único método que yo recomiendo, es atiborrarte de lecturas sobre tu tema, devastar bibliotecas y archivos, estar ahí maratónicamente en las horas nalga de bibliotecas y archivos, pues los archivos, los documentos, etc., como me dijo una gran investigadora meridana, te irán llevando a un paisaje que se irá constantemente formando, primero en tu cerebro, y luego en el lienzo que irás confeccionado. Como dijo Jan de Vos, el primer deber del historiador es interrogar a las fuentes.
No creo en metodologías, pero este no creer en ellas (considero que el propio historiador, si es exigente, estructurará su propio método, un método que a él y sólo a él le corresponda explotar, de ahí que la escritura de la historia se haga difícil hasta cartografiarla, porque en el dominio de la historia el azar y la suerte juegan o en contra o a favor del historiador)no implica que, desde luego no tendremos que conocerlas (vale la pena releer constantemente a Carr, a Curtis, a Bloch, a González,  a Tenorio Trillo, a Francois Dosse y su historia en migajas, a Ginzburg, a Burke y tantos otros teóricos). Considero que la formación del historiador siempre debe tender a esa exigencia “todista” que don Luis González recomendaba. Todista y, desde luego, un lector de literatura para que la maquinaria escritural se vaya aceitando todos los días.


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